Supongo que en el fondo no creo merecer ser querido

Quinceava entrega de Mantua


«Supongo que en el fondo no creo merecer ser querido. Por eso termino lastimando a quienes más me quieren. ¿Te parece una estupidez? ¿Me considerarás enfermo? ¿Acaso tengo solución? Intento no ser así, créeme. Pero es una reacción natural. Una especie de reflejo. Es como si supiera qué tipo de persona fuera y me pareciera una rotunda estupidez que alguien decidiera, qué digo, ojalá fuera sólo una cuestión de decisión, más bien, que alguien ansiara irracionalmente estar cerca de alguien como yo. ¿En tan baja estima me tengo? ¿Acaso considero que lo peor que una persona puede hacer es estar cerca de alguien como yo? Ahora que lo pienso, esto tiene pinta de ser un delirio autocomplaciente. La fórmula es la siguiente: soy tan desagradable que si alguien desea estar cerca de mí debe ser porque a) no se ha dado cuenta, y por lo tanto es alguien ingenuo, o b) lo sabe y no lo importa, y entonces estoy frente a un degenerado. En cualquier caso tendré de antemano el motivo para alejarme. Es decir, antes de relacionarme ya tengo en el bolsillo mis excusas preparadas. Y sobre todo, en los dos casos, aunque yo sea alguien desagradable, la otra persona será un ingenuo o un degenerado. De ahí la auto complacencia. No quiero sufrir. Esa es la razón más sencilla y básica. Lastimo a quienes me quieren porque su amor me impele a corresponderles y si lo hago me pondré en una posición vulnerable y desde allí veré su cariño como una treta para ponerme en esa situación. Por eso prefiero lacerar. Es mi forma de decir, no me lleves a ese lugar. No nos hagamos esto. Detengámonos cuando aún estamos a tiempo. Aunque como bien sabemos, nunca estamos a tiempo. El instante es inaprensible y las palabras su eco.»

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